Marta es una empresaria modelo por excelencia. Su trabajo le encanta. Es su vida. Después del trabajo, muchas veces se queda hasta tarde pensando en temas laborales que no se le van de la cabeza. Todos la consideran imprescindible.
Pero no todo es tan bonito.
Su matrimonio no funcionó bien y le quitó las ganas de tener una pareja estable. Es directora de una empresa pequeña y tiene un hijo de siete años, encantador pero, como todos los niños, da trabajo.
Su madre, además, es ya mayor. Y son solo dos hermanos, así que tienen que estar pendientes de ella. Se siente culpable cuando no la va a ver porque, después de la muerte de su padre, sabe que se siente muy sola.
En el trabajo, tiene que lidiar con la rabia y la frustración que le provocan un par de empleados antiguos a los que no puede echar y que hacen lo que les sale de las narices.
Tiene la sensación de llevar mucho tiempo sin descansar ni un segundo. Hace muy poco, sufre de dolores de estómago muy frecuentes que ha achacado a que no come demasiado bien, porque no tiene tiempo de cocinar. Solo lo hace los fines de semana porque es cuando el niño no come en el cole.
Al final, los dolores de estómago son tan frecuentes que decide ir al médico y este le dice que tiene una gastritis por estrés.
A Marta lo del estrés le suena a cuento chino, pero decide ponerse en mis manos porque por casualidad ve en instagram uno de mis vídeos. Decide probar con las sesiones personalizadas.
Al principio, incluso parece que le sientan mal porque es incapaz de desconectar. «Estoy aquí con este rollo cuando debería estar trabajando», me dice.
Pero poco a poco se da cuenta de que su negatividad está en su cabeza. Empieza a hacer los ejercicios que le mando para casa y comienza también a sentirse distinta.
Dos semanas después en nuestra sesión, la veo sonriente. «Acabo de dormir como un lirón por primera vez en siglos», me dice.
Puede que, como Marta, necesites una ayuda y no lo sepas. Que las presiones que debes soportar sean más de lo que tu cuerpo puede afrontar porque se han mantenido demasiado en el tiempo.
Imagina por ejemplo que te pido que sostengas un libro con el brazo extendido. Si tuvieses que tenerlo así cinco segundos, no tendrías problema alguno. Pero imagina ahora que te pido que lo mantengas ahí durante dos horas. Seguro que al final de las dos horas te duele horriblemente el brazo.
Ese libro es lo mismo que el estrés que soportas.
El problema no es el estrés (cuando es agudo, es una ayuda), el problema es lo que dura en el tiempo. Conseguir el nivel adecuado de estrés en tu vida conduce a una vida feliz.
¿Cómo es tu día a día? ¿Te preocupas constantemente, estás siempre esperando lo peor, piensas acelerado o muy negativo?
¿Cómo te encuentras anímicamente? ¿ Desanimado, con sensación de ineptitud, de ansiedad, frustrado?
¿Has tenido dolores de cabeza frecuentes, problemas digestivos, mareos o problemas sexuales? ¿Te cuesta dormir?
Todo esto, como te conté en este post, son síntomas de un estrés crónico excesivo.
Una terapia antiestrés puede ayudarte a controlar los pensamientos que desencadenan la respuesta de estrés, a manejar las emociones que te acaban provocando problemas, a anular los síntomas físicos por estrés y a modular las conductas que pueden fomentarlo.
¿Probamos?
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