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Mentalidad de crecimiento y estrés
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Mentalidad de crecimiento y estrés

Si piensas que no podrás hacerlo, definitivamente no lo harás. Esto, que parece uno de esos consejos de las tazas de Mr Wonderful, es una de las realidades que la psicología moderna sabe acerca de nuestro sistema de creencias. Las creencias que tenemos sobre nuestras habilidades y sobre nuestro propio potencial alimentan nuestro comportamiento y van a propiciar nuestro éxito. 

Gran parte de estas máximas vienen del trabajo de la psicóloga de la Universidad de Stanford Carol Dweck sobre la llamada mentalidad de crecimiento. Un trabajo realizado sobre la hipótesis de que nuestras creencias —tanto conscientes como inconscientes— pueden modelar nuestra vida y que, cambiándolas, se puede conseguir un impacto profundo en casi todos los aspectos que queramos. 

¿Qué es la mentalidad de crecimiento?

Uno de los conceptos que define Carol Dweck en su investigación es el de «mentalidad fija». Una mentalidad fija asume que nuestro carácter, nuestra creatividad y nuestra inteligencia son características estáticas imposibles de cambiar. Las personas que tienen este tipo de mentalidad consideran que el éxito es una medición de las habilidades con respecto a las de los demás, así que luchan por conseguir el éxito evitando a toda costa el fracaso, que sería una derrota en toda regla. 

Una mentalidad de crecimiento, por el contrario, prospera con el desafío y ve el fracaso —no como una muestra de ineficacia o ignorancia— sino como una oportunidad de aprendizaje y de desarrollo. Quien tiene una mentalidad de crecimiento, está convencido de que las habilidades (lo mismo que la creatividad y la inteligencia) pueden ser desarrolladas mediante la práctica y el esfuerzo constante. 

No es que alguien con una mentalidad de crecimiento crea que cualquiera puede llegar a ser Einstein, sino que creen que el verdadero potencial de cada uno de nosotros es desconocido y que es imposible prever lo que se puede conseguir con años de pasión y trabajo en la consecución de un objetivo. 

¿Qué tiene que ver esto con la gestión del estrés?

De la mentalidad que tengamos —cosa que manifestamos a una edad muy temprana— depende mucho nuestro comportamiento, nuestra relación con el éxito y el fracaso en todos los contextos y nuestra capacidad para ser felices. 

¿Cómo puede una creencia determinar nuestra vida de esa forma? Si eres de mentalidad fija, tendrás la urgencia de demostrar tu valía una y otra vez. Eso aumenta notablemente tu cuota de estrés puesto que toda situación la vas a ver como una confirmación de tu inteligencia y de tus capacidades. 

En tanto que la persona con mentalidad de crecimiento crea una pasión por aprender en vez de ese hambre de aprobación externa. Eso hace que no se desanime frente al fracaso sino que se siente a analizarlo para ver cómo se puede retomar el tema. 

En el primer tipo de mentalidad, el fracaso es sufrir un revés: sacar malas notas, perder un partido, ser despedido, ser rechazado… Y el esfuerzo es algo inútil porque solo se esfuerza el que no es inteligente. En la mentalidad de crecimiento, el fracaso es no crecer, no aprender a reconstruir, no desarrollar tu potencial. Y el esfuerzo es lo que te hace inteligente. 

Cuando nos enfrentamos a algo fuera de nuestra zona de confort, las personas con mentalidad fija lo pasan peor. Lo conocido, lo seguro, afirma su capacidad existente, en tanto que un reto nuevo puede llevarlos a fracasar. 

Además, la mentalidad fija causa competencia y rivalidad entre las personas. La mentalidad abierta se presta a la retroalimentación, busca mejorar de quienes saben más. Una persona con mentalidad fija encontrará más dificultosamente un ambiente de confianza en el que trabajar. 

Si creemos que el estrés es malo, lo será

Lo que pensemos sobre el estrés, hará que lo convirtamos en un aliado o en un enemigo. Y lo más curioso es que depende de nuestra mentalidad. Usado en su justa medida, no es malo. El estrés agudo, como hemos visto aquí, nos ayuda a conseguir nuestros objetivos. 

El objetivo no es tener un estrés continuado, sino una mente lo más flexible posible para adaptarse al ritmo de trabajo, una mente que nos permita un liderazgo sólido, un aprendizaje constante e innovación en nuestro trabajo. Manteniendo el estrés en ese punto en el que no deja de ser aliado. 

¿Te ayudo a conseguirlo?

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