En estos tiempos de alta demanda laboral, posiblemente cada vez somos más conscientes de cómo el estrés afecta al cuerpo, básicamente enfermándolo. Reconocer los primeros signos de alerta permite tomar conciencia de que el cuerpo está funcionando peor, con menos capacidad tanto física como mental.
Es importante hacer un inventario de síntomas de estrés cada cierto tiempo y saber interpretar los que son importantes, pues están comenzando a afectar de forma negativa, mermando las capacidades y hasta la salud. Se pueden considerar dentro de varias categorías tales como mentales, físicos, emocionales, espirituales, y sociales, y pueden variar a menudo, dependerá de qué los origina y el estado físico actual. El siguiente paso es desarrollar la habilidad para reconocerlos de manera rápida y emprender la acción necesaria para mitigarlos.
Casi todas las estrategias para gestionar el estrés son producto de la instauración de hábitos eficaces. Todas las acciones para gestionarlo requieren de una automatización de repertorios conductuales que lleven al cuerpo a funcionar sin el efecto nocivo del estrés, por ejemplo, para disminuir la percepción del estrés físico es imprescindible mantener una alimentación equilibrada, el comer estratégico, al menos durante los días dedicados a la actividad laboral y hacer ejercicio de manera regular. El cómo comer afecta al aguante físico, a resistir a enfermedades y al estado anímico. El cómo moverse afecta también al aguante y a que la musculatura tan tensa bajo estados de presión, se libere y se relaje.
Reconocer cómo nos afecta permite desarrollar un estilo de vida basado en el manejo del estrés, este es el verdadero hábito, tenerlo siempre presente para desactivarlo. Puede costar automatizarlo, pero supone “un seguro de vida”.
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