… y a la vuelta, mantenerlo a raya!
Un poco de estrés resulta estimulante, tonificante por que mejora el funcionamiento cerebral, mejora la creatividad, ayuda a estar en forma y previene de ciertas enfermedades, entre ellas las mentales. Pero si la tensión continuada persiste y se cronifica, silenciosamente va minando la salud y el bienestar. Hasta que no se libera por completo, el estrés se sigue alojado en el cuerpo, en sus células, manteniendo sus efectos perjudiciales.
El proceso de activación del estrés se desencadena al pensar en algo estresante (trabajo, dinero, relaciones, futuro, …). Nuestro sistema cerebral de alerta (amígdala) lo interpreta como amenazante y prepara al cuerpo para responder en modo ancestral: luchar o huir. El cerebro no ha evolucionado tanto como para ponerse al día de las actuales amenazas, que fundamentalmente son psicológicas, y se prepara para la defensa como tuviera que dar una respuesta física. Para ello se requiere un nivel extra de energía y agudeza mental que se activa por la secreción de sistemas hormonales que nos dotan de una super capacidad para la ocasión. En ese estado de lucha-huída se libera hormonas adrenérgicas, entre ellas la llamada hormona del estrés: cortisol, que segregada de forma constante tiene efectos devastadores sobre el estado físico, llevando el cuerpo a un estado vulnerable y hasta la enfermedad. Mientras tanto, el cerebro pierde capacidad pues un exceso de cortisol merma el rendimiento cognitivo: memoria, atención, concentración, aprendizaje,… Se pierde progresivamente la capacidad creativa, la resolución de problemas, la toma de decisiones.
Todo ello afecta al estado anímico, humor, sintiéndonos cada vez más irritados, impacientes y sin ganas de interacción social, aislados. Además de más cansados, se puede llegar a una fatiga adrenal por exceso de cortisol mantenido. Seguro que resulta familiar que cueste seguir una dieta, hacer ejercicio e incluso ir a una clase de estiramientos o relajación.
Se podría decir que se está estresado cuando diariamente se siente la baja energía, cuesta concentrarse, se está bajo de ánimo y las relaciones con casi todos se resienten, además de lidiar con algún malestar crónico (dolor, problemas con el sueño, exceso de peso, pérdida de cabello, problemas en la piel, etc).
¿Y qué podemos hacer en las semanas de descanso? Creo que lo más importante es tomar conciencia de que se está bajo los efectos nocivos del estrés y lo segundo aplicar algunas técnicas con el objetivo de que se conviertan en hábitos y procurar mantenerlas, una vez que se ha regresado a la rutina post-vacacional.
Algunas ideas para el verano:
– No recurrir al exceso de comida o alcohol para relajar.
– Que la actividad distractora sea ejercicio y no tv y así estimular la secreción de endorfinas para mejorar la sensación de bienestar y cortocircuitar la secreción de hormonas del estrés.
– Fomentar las relaciones con otros vinculadas a una actividad común, para darle continuidad a partir de Septiembre.
Es importante aprender a identificar los síntomas propios del estrés y los agentes estresores. Hay que tomarse en serio que el estrés daña la salud y por tanto buscar ayuda para aprender a desactivarlo mentalmente, reinterpretar la realidad, diseñar comportamientos eficaces y mantenerlo a raya en todo momento.
Mientras en vacaciones; a comer sano, moverse y relacionarse mucho!
Reader Interactions