Los empresarios más complicados con los que trabajo son aquellos que no reflexionan, sobre todo que no reflexionan sobre ellos mismos.
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¿A qué me refiero con esto de la autorreflexión?
Me refiero no ya a analizar tus creencias y pensamientos sino a estudiar cómo planteas los problemas y cómo los resuelves. Normalmente, todos tomamos decisiones en base a nuestras experiencias y creencias. Pero autorreflexionar nos permite crear una separación de esas creencias, cuestionar los pensamientos limitantes y rígidos.
Reflexionar nos da la posibilidad —o mejor dicho, se la da a nuestro cerebro— de pararnos en medio del caos, desenredar la madeja diaria y darle un sentido a lo que hacemos.
En nuestro entorno, es mucho más sencillo echarle la culpa a otro de lo que sale mal en vez de tener la valentía —o la fuerza mental— de asumir que el 90% de lo malo que nos sucede depende de nuestros actos.
Si soy desgraciado en la pareja, es porque mi pareja no me entiende. Si pierdo las amistades es porque a la gente se le va la cabeza. Si esto no me sale, es porque no sé quién me tiene manía. Buscar un responsable último de lo que nos pasa es mucho más sencillo que autorreflexionar.
Si no entrenas este pensamiento con el que te cuestionas todo, cuando no eres capaz de gestionar tus emociones, aprender de tus errores o responsabilizarte de lo que haces mal, vives en un estado permanente de infelicidad. Y eso genera estrés y ansiedad.
¿Por qué si es beneficioso no autorreflexionamos?
La mayoría de los empresarios no lo hacen porque no entienden el proceso. Alguno me confiesa que no reflexiona porque «en realidad no sé qué es lo que tengo que hacer».
Otros porque no les gusta el proceso. La reflexión obliga a parar cuando vas como una moto, a tener la mente abierta, a asumir tus fallos…. hay quien eso no puede con ello. A pesar de que el proceso puede descubrirles cosas muy útiles, también puede generar incomodidad y posturas defensivas ante orgullos heridos.
Por eso, a muchos no les gustan los resultados. Cuando dedicas tiempo a la autorreflexión, te das cuenta en qué has fallado y en qué has sido realmente eficaz. No todos pueden aprender de sus errores.
No pueden ver para qué sirve esto. A menudo es difícil ver el retorno de la inversión en tiempo en la autorreflexión.
¿Cómo se empieza a aplicar esta técnica?
Puedes empezar haciéndote una serie de preguntas sencillas. La más clara es «¿cómo podrías haber sido más eficaz en las gestiones de tu día?». Para eso, tienes que haber analizado cuáles son tus objetivos, esos motivos que te llevan a levantarte de la cama cada mañana.
Así pues, hazte un listado de qué propósitos quieres conseguir y qué estás haciendo para alcanzarlos. En todos los niveles: personal y profesional.
Puedes reflexionar con un diario. Con el método Five minute journal. Mientras haces ejercicio (y así de paso te obligas a moverte). Puedes hacerlo en grupo. El método da igual.
¿Cuánto tiempo? Puedes empezar por 10 minutos. Lo más importante no es el tiempo que le dediques sino que realmente te sirva para algo. Pero también tengo que recordar que es algo que no se aprende en diez minutos. Es un proceso madurativo en el que muchas veces tienes que pedir ayuda para saber cómo hacerlo.
Sin embargo, la autorreflexión es una habilidad que puedes entrenar y potenciar. Alguien con una buena capacidad de autorreflexión es capaz de gestionar sus impulsos y entender la vida como un aprendizaje continuo, donde aprendes a intuir errores y carencias y a subsanarlos.
¿Te ayudo a aprender?

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